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La noche que Paul McCartney fue arrestado y deportado de Alemania por provocar un incendio: “No queremos que quemen nuestras casa”

Hamburgo, noviembre de 1960. La Guerra Fría convertía a la ciudad alemana en un tablero de ajedrez geopolítico mientras en sus entrañas -específicamente en el barrio rojo de St. Pauli- una revolución musical empezaba a gestarse entre prostíbulos, clubes nocturnos y cerveza barata. Allí, cinco jóvenes de Liverpool sudaban cada noche en escenarios mugrientos, tocando hasta seis horas seguidas para marineros borrachos, matones locales y cortesanas.

Aún faltaban tres años para que “Please Please Me” pusiera al mundo patas arriba. Ringo Starr -todavía- no había llegado y aún faltaba para que George Harrison, John Lennon y Paul McCartney fueran los Beatles que conocemos. Esa fuerza de la naturaleza que desataría la Beatlemanía y lideraría la invasión británica. Eran apenas unos “niños hambrientos” aprendiendo su oficio a golpes, y estaban a punto de protagonizar uno de los episodios más surrealistas de la historia del rock & roll.

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La noche del 29 de noviembre de 1960 comenzó con una oscuridad total y terminó con sirenas policiales. Paul McCartney y Pete Best -el baterista original que la historia olvidaría cruelmente- se encontraban empacando sus pertenencias en el Bambi Kino, el cine donde los habían alojado. No era precisamente el Ritz: un cuarto sin ventanas, sin calefacción, pegado a los baños, donde el olor a mierda era su despertador diario.

“Vivíamos detrás del escenario en el Bambi Kino, al lado de los baños, y siempre podías olerlos”, recordaría McCartney años después. Dos literas con banderas británicas como cobijas, paredes de concreto sin pintar, frío perenne. Un verdadero “paraíso”.

Pero esa noche oscura, mientras intentaban ver en medio de la penumbra para recoger sus cosas, la necesidad agudizó el ingenio de forma catastrófica.

La noche del crimen: un condón, una pared y una idea estúpida

La banda ya estaba contra las cuerdas. Días antes, el 21 de noviembre, George Harrison había sido deportado. El crimen del guitarrista: tener 17 años. Las autoridades alemanas descubrieron que era menor de edad y lo enviaron de vuelta a Inglaterra por tocar después del toque de queda de las 10:00 PM. Bruno Koschmider, el dueño del Kaiserkeller, había denunciado a Harrison por estar trabajando ilegalmente en una jugada de venganza calculada.

¿La razón del rencor? Los Beatles habían roto su contrato con Koschmider para irse al Top Ten Club, un local rival que ofrecía mejor paga y condiciones menos infernales. El dueño del Kaiserkeller no era de los que perdonaban una traición.

Los Beatles en Hamburgo durante su primera gira por Alemania en 1960. De izquierda a derecha: Pete Best, George Harrison, John Lennon, Paul McCartney, y Stuart Sutcliffe. Foto: Astrid KirchherrLos Beatles en Hamburgo durante su primera gira por Alemania en 1960. De izquierda a derecha: Pete Best, George Harrison, John Lennon, Paul McCartney, y Stuart Sutcliffe. Foto: Astrid Kirchherr

Así que cuando McCartney y Best regresaron al Bambi Kino para recoger sus cosas -Lennon y Stuart Sutcliffe ya se habían mudado- se encontraron en completa oscuridad. Sin luz eléctrica para guiarse, necesitaban iluminar el camino. Y entonces ocurrió la genialidad: encontraron un condón sin usar entre su equipaje, lo clavaron en la pared de concreto y le prendieron fuego.

Para cualquiera joven, era toda una genialidad: luz instantánea, una broma final al casero odiado, tal vez un último “fuck you” antes de largarse. El fuego iluminó brevemente la habitación. El condón ardió, dejó una marca de quemadura en la pared y se extinguió solo contra el concreto húmedo. Daño real: prácticamente nulo. Daño percibido por un empresario alemán muy enfadado. ¿El resultado? Apocalíptico.

“Les dijo a la policía que habíamos intentado quemar su lugar y ellos dijeron: ‘Váyanse, por favor. Muchas gracias, pero no queremos que quemen nuestras casas alemanas'”, recordaría Paul. La ironía no se le escapaba: el edificio era de piedra. Habrían necesitado galones de gasolina para prenderle fuego de verdad.

Tres horas en la Davidwache: bienvenidos al sistema

La policía llegó rápido. McCartney y Best fueron arrestados bajo acusaciones de “intento de incendio provocado” y llevados a la estación de policía Davidwache en St. Pauli. Pasaron tres horas detenidos antes de ser liberados temporalmente.

Exhaustos y confundidos -su alemán era pésimo- los dos Beatles regresaron a su nuevo alojamiento sobre el Top Ten Club y colapsaron en la cama. El alivio duró apenas unas horas. A primera hora de la tarde, golpes furiosos en la puerta los despertaron. Dos policías de civil les ordenaron vestirse inmediatamente. Los llevaron en auto a la jefatura criminal de Hamburgo, donde el oficial a cargo, Herr Gerkins, les informó su destino: deportación a medianoche en un avión hacia Londres.

Los Beatles en el Indra Club, Hamburgo, 17 de agosto de 1960. De izquierda a derecha: John Lennon, George Harrison, Pete Best, Paul McCartney, Stuart Sutcliffe. Foto: The Beatles BibleLos Beatles en el Indra Club, Hamburgo, 17 de agosto de 1960. De izquierda a derecha: John Lennon, George Harrison, Pete Best, Paul McCartney, Stuart Sutcliffe. Foto: The Beatles Bible

“Estábamos pensando: ‘Oh Dios, esto podrían ser los campos de concentración’. Nunca se sabe”, recordaría McCartney sobre esos momentos de pánico. El recuerdo de la Segunda Guerra Mundial y sus horrores todavía estaba fresco. Con -apenas- 15 años de haber terminado, los fantasmas aún rondaban.

Les dieron cinco minutos para empacar. Pete Best tuvo que abandonar su batería. Les negaron el permiso para llamar al Cónsul Británico. Sin proceso, sin defensa, sin apelación. Los mantuvieron en prisión antes de escoltarlos al aeropuerto en la tarde. El 1 de diciembre de 1960, McCartney y Best aterrizaron en el Aeropuerto de Londres, gastaron su último billete en un autobús a la estación Euston y un tren a Liverpool.

La primera residencia en Hamburgo había terminado en desastre absoluto.

El efecto dominó de los Beatles

John Lennon se quedó brevemente en Hamburgo, pero su permiso de trabajo fue revocado días después. Regresó a Liverpool en tren, solo y sin un centavo. Stuart Sutcliffe, el bajista que soñaba más con pintar que con tocar rock & roll, eligió quedarse. Había conocido a Astrid Kirchherr, una fotógrafa alemana que se convertiría en su prometida, y se inscribió en la Escuela de Arte de Hamburgo. Trágicamente, moriría allí de una hemorragia cerebral en 1962, a los 21 años.

Para diciembre de 1960, todos los Beatles estaban de vuelta en Liverpool: deprimidos, sin un peso, técnicamente fugitivos de la justicia alemana. Durante semanas nadie se contactó con nadie. El sueño parecía muerto.

Una solicitud oficial alemana de Permiso de Residencia (Antrag auf Erteilung einer neuen Aufenthaltserlaubnis) presentada por John Lennon en Hamburgo, Alemania, en diciembre de 1960. Foto: Abbey Road Tribute (Facebook)Una solicitud oficial alemana de Permiso de Residencia (Antrag auf Erteilung einer neuen Aufenthaltserlaubnis) presentada por John Lennon en Hamburgo, Alemania, en diciembre de 1960. Foto: Abbey Road Tribute (Facebook)

“Fue una experiencia devastadora estar en un país extranjero, siendo tan joven, abandonado allí completamente solo”, recordaría John Lennon más adelante. “Gastábamos nuestro dinero sobre la marcha. No me sobraba nada, y quedarme atrapado en Hamburgo sin dinero para comida no era ninguna broma, sobre todo en Navidad. Fue terrible volver a casa. Sentía mucha lástima por mí mismo, y el negocio de regreso a Liverpool fue un caos. Llevaba el amplificador a cuestas, muerto de miedo de que me lo robaran. No lo había pagado. Estaba convencido de que nunca encontraría Inglaterra”.

La madre de Pete Best, Mona, hizo infinitas llamadas telefónicas a Hamburgo para recuperar el equipo de la banda. Finalmente, el 17 de diciembre, tocaron una presentación en el Casbah Coffee Club -irónicamente, el café que Mona Best había abierto y donde los Beatles habían tocado antes- con Chas Newby sustituyendo a Sutcliffe en el bajo.

De izquierda a derecha: John Lennon, Paul McCartney y George Harrison actúan en el Star-Club de Hamburgo, Alemania, en mayo de 1962. Foto: K & K Ulf Kruger OHG / RedfernsDe izquierda a derecha: John Lennon, Paul McCartney y George Harrison actúan en el Star-Club de Hamburgo, Alemania, en mayo de 1962. Foto: K & K Ulf Kruger OHG / Redferns

Newby quedó impactado. La banda que había dejado meses atrás había regresado transformada. Estaba sorprendido por la vasta mejora en su forma de tocar y cantar después de la residencia en Hamburgo, y por lo poderosa que se había vuelto la batería de Best.

El regreso, redención y gloria

La historia pudo haber terminado con aquella deportación vergonzosa. Pero no fue así.

En marzo de 1961, Stuart Sutcliffe y Astrid Kirchherr limpiaron el papeleo administrativo necesario para que la banda regresara a Alemania. George Harrison cumplió 18 años. McCartney y Best pagaron sus multas de deportación. Y los Beatles volvieron a Hamburgo para su residencia más larga: 92 noches en el Top Ten Club, comenzando el 1 de abril de 1961.

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Esta vez fue diferente. Su reputación entre las bandas de Hamburgo creció. En noviembre de 1962, cuando regresaron nuevamente, fueron contratados para tocar en el Star-Club, el lugar más prestigioso. Por primera vez pudieron alojarse en habitaciones de hotel decentes. Las grabaciones de esas presentaciones se lanzaron como “Live! at the Star-Club in Hamburg, Germany; 1962”, un documento salvaje de la banda en su máxima potencia cruda.

Para entonces, todo había cambiado. Pete Best había sido despedido y reemplazado por Ringo Starr en agosto de 1962. Brian Epstein se había convertido en su manager. George Martin los había firmado para Parlophone Records. En 1963 lanzarían “Please Please Me” y el mundo jamás volvería a ser el mismo.

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